Usaba sentarse en un banco de la plaza, una de esas plazas no muy grandes de algún pueblo del norte, cara al mar, con subidas y bajadas y casas pequeñas donde todos los días se compra el pan y todos los días te dan los buenos días. Pero a él, que se sentaba casi siempre en un banco de la plaza, uno de esos bajos, de piedra sin respaldo, de los que invitan a sentarse en verano a las nueve de la mañana para notar el frío que la noche ha transmitido a la piedra, a él, decía, que se sentaba en ese banco en esa plaza, ya nadie le daba los buenos días. Había quien le conocía, o tal vez el hijo de alguien que le conoció. Ya era mayor, vivía solo, muchos le apreciaban pero poco a poco habían ido dejando de hacerle caso. Quizá en parte porque él, también, había ido dejando de hacer caso al mundo, ensimismado en quién sabe qué, más allá del infinito.
Hasta que llegó al pueblo el joven violonchelista, cuyo instrumento es el único de todos los de cuerda que se tiene que tocar sentado. Le sorprendió la figura del viejo abstraído, pensó que la plaza era un buen lugar para las limosnas. Se sentó en un banco, en la fría piedra, no muy lejano, ancló su chelo y se puso a tocar. No tardó en recibir alguna que otra moneda y la atención de aquel hombre, que se giró un par de veces y parecía distraído, por fin, con algo que nacía en el mismo mundo y en el mismo tiempo. Poco a poco el viejo prolongó sus estancias en el banco de la plaza, casi tanto como el joven violonchelista ocupaba el suyo. Daba ahora, de vez en cuando, algún saludo a este y a aquel, y recibía otro tanto. El joven parecía complacido del efecto que había tenido en su ahora vecino, pero de algún modo le había traspasado su melancolía. Mientras el viejo miraba el arco frotándose contra las cuerdas, él miraba al mar, como a otro mundo.
Y así los encontró la pintora, él a él y él al mar, y montó su caballete y todas las mañanas el violonchelista tocaba para el viejo y la pintora inmortalizaba al músico quien, seducido por el interés de la joven advenediza, comenzó a regalar sonrisas al viejo y a todos los que pasaban por la plaza. El verano avanzaba, las melodías no cesaban y los cuadros se sucedían pero, tan pronto comenzó a retratar sonrisas en la boca del artista, una especie de tristeza se fue apoderando de ella.
Vino un mimo también a la plaza, y decidió subirse en otro banco. La pintora seguía dibujando al violonchelista que tocaba para el viejo, pero era el mudo payaso quien le hacía brotar la alegría. Sus cuadros comenzaron a llenarse de colores, el chelo aparecía morado un día y verde otro, el pelo del músico fue azul, rojo y amarillo, y la gente cada vez dejaba más dinero en la plaza. Pero el mimo, que todas las mañanas se pintaba la sonrisa, sentía nostalgia por dentro, pues creció en un pueblo así, y echaba de menos los días de su niñez en que acompañaba a su madre a vender mazorcas de maíz asadas.
El último día de verano, en ese pueblo, en esa plaza, el viejo llegaba tarde. Eran las diez de la mañana y el mimo hacía reír a los niños y a la joven pintora, que estaba tiñendo de luz las notas del violonchelista que esperaban al anciano. Llegó empujando una pequeña barbacoa, y ese día todo el mundo comió panojas.
Un clásico vapuleado, el salmorejo
Hace 1 semana
27 comentarios:
Me ha olido a tardes interminables de verano, a pereza, a eternidad, a simplemente disfrutar del paso del tiempo.
Me ha gustado empezar el lunes con esta calma.
Gracias.
ya echaba de menos tus historias, al fin he sacado tiempo para disfrutar de esta. Me ha encantado como has escenificado la historia, casi que me sentía ahi en la plaza con todos.. besos
Que bonita historia....aunque si continuara, esa plaza estaria mas concurrida que la calle colon en plenas fallas
Ains... tardes de verano venid ya!
:)
Efecto mariposa: todo el mundo influye sin querer en la vida de los demás, luego solo hay que dejarse llevar...
Estamos a un partido de todo, hay que jorobarse!!!
Y al final todos fueron felices y comieron perdices. :-D
No me queda claro si lo que se va contagiando es la tristeza o la alegria... el caso es que se va pasando de unos a otros pero ninguno se menea de la plaza.
Que recuerdos veraniegos me ha traido.
Besetes.
PD: Cachisssss un empate :P
como me ha gustado la paz, el ambiente, la alegria y la tristeza, la melancolia... todo eso que transmite esta fabula... que bien se tiene que estar sentado en los bancos de esa plaza...
salu2
Pues intentare pasarme por esa plaza, comprar una panoja y sentarme en un banco para contagiarme de esa magia de las tardes de verano.
Besos ;)
¿Y al final el ayuntamiento quiso sacar tajada y empezó a cobrar entrada a la plaza??? Jeje, es broma!
Me ha gustado un montón...la verdad es que la descripción de situaciones es lo tuyo, eh! No puedes evitar sentirte en esa plaza mientras lees! ^^
1 besico!
Me ha encantado la trama circular de la historia, me ha sorprendido que no tenga ningun giro enrevesado de los tuyos y me ha fascinado la estampa del cuadro generado en mi cabeza mirando desde el banco contiguo al mimo que hacia reir a la pintora que pintaba al violenchelista que miraba al viejo ensimismado en el mar mientras comian panochas. ^^
Me adhiero al comentario de Aïcha. Muy preciso. Es lo que yo hubiera dicho, pero ella ha encontrado las palabras que ahora me faltan a mí.
La estampa melancólica sabía a mermelada amarga. Maravilloso.
Besos.
Tienes la capacidad de retratar con las palabras una estampa. En este caso, la de la plaza, sus movimientos y los sentimientos de cada uno de los personajes.
Me ha gustado mucho, sí señor.
Besines.
Bien, afortunadamente parece ser que el mimo se alegró comiendo panojas y no me ha traspasado la tristeza.
Aunque en el cuadro falta el escritor que narra la escena...
En una palabra:
¿Doh?
vaya... me has dejado un poco sin palabras, se podía oler las panojas XD
ves como es fácil ser feliz?
Que historias con mas fondo nos cuentas...
Zepequeña.
No es tan dificil se r feliz...a ver si los leones mañana sacan mi vena futbolera que tan apagada tengo ¡aupa atletiii! jajaja un saludo y suerte mñn
Bonita estampa maestro, se antoja estar en esa plaza.
Salú pue.
Reacción en cadena.
Luego llegó un niño que estaba triste porque había perdido a su abuelo. En el viejo del banco encontró otro amigo entrañable y sabio, bailó con la música melosa del cello, jugó con las pinturas de la chica y por fin las carcajadas salieron de su boca gracias al mimo!
Le damos más vueltas?
Una historia muy original ;)
Un saludo
Lala
P.D. CAtequesis. Un y una catequista te dan su vieja guitarra para que toques, y ellos tocan la tuya, nueva flamante. Hay derecho a eso? Así de simple era, jajaja!
Qué bonito, X.
Tenemos que hacer cortos con tus relatos, que muchos, como este, se prestan a ello.
¿Mañana también tendremos introducción de tu actualización con el Barça? jejejej
Estarás contento ehhh!!! xD Besets
Se parecera a mi verano????Me recordo a las canciones tontas de campamento q se empieza con una accion y se encadena una tras otra, no se pq.
Llego un poco tarde, pero aquí tienes micomentario. Me ha encantado!!
Me he asustado al final, creia que ibas a darle ya tu tipico toque dramatico xDD
Un texto lleno de poesía. Creo que nunca antes te leí así :D
un beso
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