23/2/08

Cuarta dimensión

Heathcliff vivió gran parte de su vida sumido en una especie de agobio, un casi estrés, un no tengo tiempo para hacer nada. Y la culpa, como siempre, es de los padres: a fin de cuentas Heathcliff no era el paradigma de hombre ocupado. Sí es cierto que siempre combinaba sus clases con algo más. Al principio, sus padres le apuntaron a fútbol, pero era realmente malo con el balón en los pies. Luego llegaron el tenis, el inglés, las clases particulares, el carnet de conducir y el trabajo de media jornada. Siempre tenía algo que hacer. Era de esos que no cesan de pedir que los días tengan veinticinco horas, o incluso veintiséis, si es que tal cosa fuera posible.

Por ello es que se convirtió en un experto del tiempo, una eminencia en la optimización del recurso más preciado, el as de los horarios. Iba de aquí para allá exprimiendo su agenda, sacando siempre sus momentos de solaz. Gustaba, pues, de aprovechar esos ratos. Si podía estar media hora en casa quería invertirla en algo y entera. Sobre todo entera. Con sus padres esto era medianamente imposible porque, como si se tratara de divinidades cósmicas, manejaban el tiempo a su antojo, y mucho antes de que él creyera conveniente ir desconectando de su ocio para poner en marcha su siguiente obligación, sus padres le recordaban que ya se tendría que estar yendo. Si el padre de Heathcliff había quedado en llevarlo a la academia a y media, bajaba "a preparar el coche" a menos cinco diciendo que eran y diez y pidiéndole que bajara a y cuarto. A pie, no tardaría más de doce minutos en llegar a su destino. En coche, cinco. Pero pareciera como si su padre hubiera nacido con un cohete en el culo.

¿Que tenía que ir a la Facultad a estudiar por la mañana? Su padre bajaba a por el coche a las siete en punto. Él no entraba hasta las ocho y la Facultad no abría antes tampoco, pero daba igual. Golpeaba la puerta del cuarto de baño, lo veía afeitándose, con la cara llena de espuma, y le decía "me bajo a por el coche, ahora en cinco o diez minutos bajas tú". Y su madre lo mismo: "Heatcliff, que llegas tarde, que son y veinte" (son y catorce en realidad). Y allí estaba Heathcliff, muerto de sueño y frío, esperando media hora larga a que abrieran las puertas porque, al lado de la de sus padres, la famosa puntualidad británica era un ejercicio de mala educación.

Lo cierto es que los relojes que había en casa más cerca de los dominios paternos estaban convenientemente adelantados. Así no se retrasaban nunca, pero entre eso, el miedo al tráfico, y el afán por llegar antes que nadie, se hacían con lapsus que podían sumar horas a lo largo del día. Horas desaprovechadas. Pero la situación cambió un día. Su padre seguía marchando tempranísimo, pero ya no llegaba tan pronto. Salía a y media, creyendo que eran y veinte, y no llegaba al trabajo antes de menos cuarto.

Heathcliff empezó a llegar a sus destinos cumplidos los cinco minutos de cortesía. Comprendió que el mejor remedio contra sus males no estribaba precisamente en prolongar el día una hora o ir con prisa a todas partes. Sólo tenía que retrasar los relojes un par de minutos.

16 comentarios:

ardid dijo...

Me recuerda a alguien....cuánto estrés, cuánto tiempo ocupado, cuánto.....exceso de responsabilidad (impuesta).

Me alegro que Heathcliff a partir de ahora sepa sacarle partido así a los días. A mal tiempo, buena cara ;)

lunari dijo...

Es bueno cuando la "desaceleración" depende sólo del reloj.

Alas dijo...

La famosa y tan deseada hora 25. Lo único que conseguiría sería que pidiésemos una hora más.

En la vida todo es cuestión de organizarse y de no cargarse con más de lo que se puede.

Besos

chiisana dijo...

me ha encantado! Hay soluciones muy sencillas y muy eficaces

Madame X dijo...

Vaya, vaya... jugando perversamente con las manillas del reloj.

X

Kane dijo...

¡Pero qué mierda! Acabo de volver a mirar estos comments y veo que el mío de ayer no se publicó. Cagontó.

Decía algo... no sé, ya no me acuerdo. ¬¬

X dijo...

Mentira sería.

claradriel dijo...

Solo hay un Heathcliff para mí, bien diferente del tuyo.


Alimento (carnaza o némesis, no sé yo...) de los hombres grises de Momo.


Sí, Heathcliff y Momo son hijos sin duda de una divinidad.

De las mías, de las olvidadas y desconocidas...

Saludos.

Darcy dijo...

Sì, funciona perfectamente lo de atrasar o adelantar los relojes segùn la necesidad del momento.. :-)

princesa de boca de fresa dijo...

No hacen falta 25 horas, sólo aprovechar bien las que tenemos...

Besitos!

Juan Antonio González Romano dijo...

De acuerdo con alas al viento: es cuestión de organización. Y de no creernos nuestras propias excusas (decía mi abuelo -los abuelos suelen ser sabios- que las excusas son como los culos: todo el mundo tiene uno).

Vicky Wolf dijo...

No, por favor, que a nadie se le ocurra agregar una hora más al día. Bastante agonizante es tener que contar cada tic tac del reloj.

¡Muerte a las horas!

Harianna dijo...

Con lo agusto que esta uno apurando en la cama hasta el ultimo minuto... para despertarte y darte cuenta de que tienes una hora mas para dormir porque hay 25 ... a mi me encantaria.

X dijo...

Probablemente esa hora extra la pasaríamos haciendo lo mismo que las otras veinticuatro; no vamos a cambiar de hábitos precisamente en esa hora de más. El que suele dormir la pasaría durmiendo, y el que suele trabajar la pasaría trabajando. No creo que la aprovecháramos demasiado, en fin. Mejor atrasar los relojes, pensar que aún queda tiempo para algo, aunque no sea así. O quizá lo es solo por pensarlo.

Zurda dijo...

El tiempo es el peor invento de la humanidad.

Petit Couchon dijo...

la mayoría de gente se queja de que le falta tiempo y no hacen más que perder el que tiene.
yo me cambié la hora del reloj para despertarme antes. me despertaba y tenía que empezar a hacer cálculos para saber qué hora hasta que decidía que era demasiado pronto para pensar y me iba a ver otros relojes de la casa. funciona. y también toca los cojones