3/9/10

Confesiones de una mente peligrosa [R]

Sobre diciembre de 2004, que parece que no pero ya ha llovido, se organizó en un foro de terror un concurso de relatos. En otras circunstancias no habría participado, porque no sé escribir terror, no me gusta y no lo entiendo. O no me gusta porque no lo entiendo y por eso tampoco lo sé escribir. Es igual. Lo cierto es que me parece fundamental que una obra de terror asuste. En mayor o menor medida, cuando veo una película de terror estoy en tensión, quizá no asustado pero sí inquieto, alerta. Las pelis de terror oriental, ya flaqueen más o menos en argumento, consiguen este objetivo con gran efectividad.

Pero, ¿los libros asustan? Yo no me asusto con un libro, no lo he hecho nunca, y no creo que lo haga. Es que no entiendo este género en la literatura. ¿Cómo asustarse sin la música apropiada, una cámara tramposa o un ser huesudo y todo el mal rollo del mundo? Esto, si te lo cuentan, ya no es lo mismo. He leído cosas de Stephen King, contrastado autor, y no me han gustado. Por lo poco que sé, parece que opta por provocar asco más que miedo, es la otra vertiente del terror, la de los crímenes atroces y detallados. También me parece absurdo. No me gusta el terror.

Pero participé en el concurso, porque era asiduo al foro, bastante amigo del administrador y, no sé, supongo que en parte habría sido una decepción no hacerlo. Los relatos tenían que ser de terror y, dadas las fechas, hacer alguna alusión a la Navidad. Participamos cuatro, como en la edición anterior, en agosto, y quedé último igual que entonces.

No sé por qué os cuento todo este rollo, considerando que el relato en sí es más largo de lo que suelo escribir. Esta fue la segunda vez, y probablemente la última, que escribí algo de terror. Debe ser que soy idiota porque, aunque no estoy contento con el resultado (del relato, no del concurso, que tampoco xD) sigo plantándolo en la red para que vuelva a ser leído.



Confesiones de una mente peligrosa


Estaba completamente atascado. Mi editor me había encargado esta vez una novela de terror, y yo, la verdad, en ese género no me sentía nada cómodo, no sabía desenvolverme con facilidad, en realidad tampoco con dificultad, sencillamente no sabía. Así pues fueron pasando los días y las páginas en blanco, mi editor me llamaba todos los lunes y yo le decía que no se preocupara, que estaba en ello y que tranquilo, que lo tendría aunque necesitara alguna que otra semana más.

Mentía. No tenía ni idea de cómo empezar, estaba sorprendido de mi propia ineficacia. Experimenté aquello tan conocido del escritor frente a la máquina de escribir, sin saber a qué tecla darle, pareciéndome todas iguales, exasperado al fin al darme cuenta de que iba a tener que rendirme. Sería el principio del fin, quizá, o con suerte mi editor guardaría el secreto, al menos en sus círculos privados, y aprovecharía para mofarse de mi mancillado nombre entre copa y copa.

Me pregunté entonces si realmente los editores se conocían entre sí como los escritores, si eran huraños o quedaban los fines de semana para intercambiar opiniones, aunque fueran de frías ventas. Me di cuenta de que la mayoría de editores habían sido, o al menos querido ser, escritores, que eran su evolución, o su involución, no sé, pero que sí, probablemente se considerarían colegas e incluso prestarían su ayuda en caso de ser requerida. Yo, la verdad, no tenía muchos amigos escritores. Mis novelas, frecuentemente incomprendidas, no gustaban a los lectores, y sólo a una parte de la crítica. Tanto era así que solía preguntarme cómo conseguía malvivir de esto, cómo era posible que mi editor siguiera pidiéndome trabajo si tenía que estar perdiendo dinero conmigo.

Por lo visto, mi editor me admiraba. Le habría gustado cualquier cosa que escribiese, incluso una colección de sonetos. A mí no me caía del todo mal, aunque cabe reconocer que casi nadie me caía del todo bien. Soy una persona complicada, dicen que antipática, lo cual es muy posible. Mi persona, como mis novelas, también era una gran incomprendida.

Decidí por fin que no podía permitirme el fracaso, que me jugaba demasiado como para dejarlo correr, y di una nueva vuelta de tuerca a mis neuronas, con el resultado acostumbrado. Me volvería loco antes de conseguir imaginar algo decente. Recurrí entonces a la solución de emergencia, que consiste en ponerse a escribir sin pensar, a ver qué sale:

Andrea caminaba con paso turbio e inconstante sobre el adoquinado camino que la llevaba a la iglesia. Sentía pasos tras de sí, sombras se asomaban a las ventanas y lanzaban invisibles tentáculos de maldad, heraldos de muerte. Sus zuecos resonaban en la plaza, chapoteaban en los charcos que dejaba la fuente. Cansados de su propio traqueteo, traicionaron a Andrea, quien se torció un tobillo y cayó. Antes de incorporarse, echó la vista atrás.

Insuficiente.

Suele gustarme lo que escribo, pero hay días en los que todo esfuerzo es vano. Me fui a la cama sin cenar, castigándome a mí mismo, y me despertó por la mañana el inconfundible sonido de mi teléfono. Claro, era lunes:

- Hola, ¿qué tal? ¿Ya has escrito algo?
- Qué va. Empiezo a verlo imposible.
- No, hombre, tu problema es que no te relajas.
- ¿Cómo voy a relajarme si me pides algo que no he hecho nunca, que no me gusta hacer, y que no va a gustar a nadie?
- No, mira, ahora mismo voy para allá y nos vamos a mi casa de la sierra, que allí la inspiración te viene seguro. Así conseguí yo terminar
Postales desde el Infierno.

Ah, pero, ¿este tío tiene un libro? Definitivamente no sabía nada de mi editor. ¿Para qué me invitaba a su casa? Comencé a imaginar cosas, entre ellas que lo que realmente perseguía mi editor era acostarse conmigo, objetivo desde luego que bien valdría el fingir desmedida devoción por mi obra. Esto me hizo acabar de despertar, me senté frente a la máquina maldita y escribí, aunque sólo fuera por poder librarme del compromiso:

Kim se preparaba a solas para el que debía ser el día más feliz de su vida. Apoyó un pie sobre la cama y comenzó a subir por su pierna izquierda el liguero azul que un día llevara su hermana. Oyó abrirse la puerta, de espaldas a ella, y recordó a Priscilla que vigilase a su futuro marido, que no debía verla antes de tiempo. Pero no era Priscilla.

Tampoco. No.

No tuve tiempo de crear nada mejor. Mi editor, cuyo nombre por cierto era Carlo, italiano él, hizo sonar su bocina un par de veces, como el que avisa a la novia de que ya ha llegado. Hice una precaria maleta en un par de minutos y salí, para encontrarme con verdadera sorpresa al hombre acompañado por una rubia de escándalo, de esas que lucen mejor en el asiento de copiloto de un Ferrari descapotable, cosa que Carlo parecía saber. Miranda, que así se llamaba, era su joven esposa, y por lo que pude observar mi presencia en su refugio montañés no iba a ser de su agrado.

Bueno, tampoco del mío. La genial idea había salido de la ahora más que nunca desconcertante y desconocida mente de mi editor. Lo que se proponía, solamente él lo sabía, si es que lo sabía. Al llegar, no pude evitar oír, y aunque pudiera no lo habría hecho, cómo Miranda echaba en cara a Carlo que hubiera invitado a su amigo el escritor sin haberla consultado. Yo habría reaccionado igual, sobre todo si el invitado hubiera sido un tipo tan raro y misterioso como yo.

El sitio era agradable, una cabaña de vigas de madera y olor añejo, con su chimenea y unas escaleras al desván, donde yo dormiría. A mí nunca me ha gustado la Navidad, pero hay que reconocer que pasarlas en familia, o lo que quiera que fuera aquello, en mitad de ninguna parte, incomunicados (bueno, esto para Miranda era literalmente imposible), y sin más riesgo que morir congelado mientras se parte leña fuera, tenía su aquel.
Deposité la máquina de escribir en la mesa que me había sido adjudicada, frente a la chimenea. Intenté encontrar la inspiración entre las llamas, en las cenizas, en el inconfundible olor a hogar:

Abraham buscaba desesperadamente en el baúl algo con lo que contener el brutal ataque de su oponente. Optó por fin por una pequeña sierra de carpintero, algo ciertamente inútil para frenar un hacha. A través del espejo de la cara interior de la tapa del baúl, vio acercarse a la muerte.

Me interrumpió Carlo para decirme que ya estaba lista la comida. Los últimos días del año transcurrieron siempre así. No había árbol ni belén, ni gorritos rojos ni calcetines. No importaba que fuera veinticinco o treinta y uno, martes o domingo. Los días eran todos iguales. Por la mañana, Carlo y yo cortábamos madera para la chimenea, mientras Miranda hacía café. Al terminar, yo me zambullía en mi particular tormento creativo, Carlo trabajaba en un ajedrez de madera que ya tenía bastante adelantado, y Miranda movía millones a través de su móvil.

En esa particular y no demasiado desagradable rutina empecé a dar bastantes cosas por sentadas. A mí me sobraba mi editor, a Miranda le sobraba yo, y a Carlo le sobraba su esposa. Mientras estuviéramos los tres en casa no parecía probable que fuera a pasar nada divertido.

Mi obsesión por Miranda empezó a alcanzar tintes desagradables cuando me di cuenta de que todo lo que escribía trataba de ella. A falta de dos días por dejar ese paraíso, se me hizo indispensable encontrar la manera de quedarme a solas con ella. Eché al fuego las hojas que me quedaban en blanco y le dije a Carlo que me había quedado sin papel. Tal y como esperaba, intentó sacar partido de la situación, rogando a Miranda que bajara al pueblo a por más folios. Afortunadamente para mí, ella se negó, y Carlo se ofreció a ir personalmente. "Lo que sea por echar una mano a un amigo", me dijo. "Una mano o las dos", pensé yo.

Conseguido mi objetivo, aguardé pacientemente a dejar de oír el motor del Ferrari, cosa que no se lograba con facilidad, he de decir. Enseguida busqué a Miranda, que no me prestaba mayor atención que la que prestaba yo a Carlo, esto es, ninguna. En general, Miranda no prestaba atención a nada que no fuera su móvil. El desprecio causado por su absoluta indiferencia hacia mí me hizo enfurecer sobremanera, hasta tal punto que pasado un tiempo llegué a plantearme seriamente asaltarla cuando se metiera en su cuarto, la única habitación que tenía la casa. Por fortuna para los dos, antes de que eso sucediera se oyó de nuevo el coche de Carlo, así que todo quedó en un intento frustrado de... qué sé yo.

El bueno de Carlo llegó con las hojas poco después, y rozó mi mano al entregarme el paquete. Frustrado como estaba, tanto artística como sexualmente, decidí poner las cosas claras en aquel instante. Le dije que no quería saber nada de él, que a mí me gustaban las mujeres como la suya. Se rió en mi cara, aparentando no saber de qué le hablaba, me dijo que se había equivocado conmigo desde el principio. Lo que más me dolió fue que mintiera: dijo que nunca le habían gustado mis novelas.

Salí de la casa decidido. Fui hasta el tocón donde cortábamos leña, cogí el hacha y volví sobre mis pasos. Carlo estaba agachado sobre una mesa, ultimando el rey blanco. La primera descarga pasó a su lado, destrozando la mesa y poniéndole alerta. Tardó unos segundos en asimilar lo que sucedía, se puso en pie y me miró con los ojos muy abiertos. Me dio tiempo suficiente para recuperar el hacha y lanzarla sobre él, que ya huía, con tan mala fortuna que se clavó en el marco de la puerta. Seguí a Carlo hasta el cobertizo donde dejaba el coche. Lo encontré de rodillas, revolviendo en un baúl de madera que él mismo había construido, años atrás. Vi su cara de pánico reflejada en el espejo de la cara interior de la tapa del baúl. Había cogido una ridícula sierra. Antes de que se incorporara, golpeé el baúl contra la pared, de modo que la tapa se balanceó y se vino abajo.

El grito de mi editor cuando la pesada tapa le destrozó los brazos fue espectacular, tanto que posteriormente me sorprendió que Miranda no lo hubiese oído. Atascado como estaba, Carlo no pudo evitar que mi siguiente hachazo destrozara su cráneo.

Cuando entré a la habitación, observé que Miranda apuntaba algo en una pequeña libreta, de pie, apoyada en su rodilla izquierda. Llevaba el móvil sujeto entre su cabeza ladeada y su hombro derecho. Sin colgar, le dijo a Carlo que esperara fuera y que vigilara a su amigo el escritor, que no le gustaba quedarse a solas con él. Pero no era Carlo.

Miranda era inteligente, y no necesitó preguntar dónde estaba cuando vio en mi mano derecha un hacha ensangrentada. El hecho de que, al saltar por la ventana, ni siquiera se molestase en llevarse el móvil, indicaba hasta qué punto era consciente del peligro que corría su vida. Me tocó ir tras ella, tranquilo, pues sabía que sus carísimos Givenchy jugaban a mi favor. Pronto, un tacón se rompió, haciéndola caer sobre el barro. Antes de incorporarse, Miranda miró atrás, justo a tiempo para ver descender una hoja mortal sobre su frágil espalda.

No me molesté en hacer la maleta de nuevo. Cogí mi máquina, los folios, y el Ferrari de Carlo, y volví a mi casa. La inspiración, desde luego, no se encontraba en la paz de las montañas. No habitaba en un lugar, no podía buscarse. Sólo había que dejarse llevar, como yo había hecho, dejar a las vísceras imponerse al cerebro.

Me senté frente a mi Némesis, consciente de que tenía que escribir una novela de terror. Ajusté un folio y comencé a escribir:

Estaba completamente atascado...

38 comentarios:

Laia... dijo...

Léete el Psicoanalista, de John Katzenbach. Si no consigue ponerte en tensión, es que realmente ese genéro no es para tí.

A ver si luego tengo un rato y me leo el relato.

Por cierto... creo que es mi primer comment, pero llevo tiempo cotilleando por aquí, un saludo! :)

alcorze dijo...

Pues un buen libro de terror, bien escrito y leído de noche creo que puede dar tanto miedo como una peli japonesa de niños con los ojos en blanco.

En cuanto a Stephen King, entiendo que no te guste, pero creo que tienes una opinión errónea sobre él, sobre todo en cuanto a lo de que le gusta provocar asco, creo que, como dices, lo conoces muy poco.

Y en cuanto a tu relato siempre es complicado escribir algo y es de agradecer el atreverse a colgarlo en la red para compartirlo con lso demás.

Un saludo.

Lana dijo...

Pues he pasado todo el relato pensando que el único vivo era Carlo, que él era el escritor frustrado, un solitario que intenta salir adelante y se encierra en una cabaña familiar descuidada con el tiempo, donde tanto la rubia como el "escritor" (no recuerdo el nombre) eran producto de su mente como si entre los tres formaran "el ello, el yo y el superyo" de Carlo quién al final acabaría desquiciado y muerto por los terrores mentales de enfrentar a sus tres "personajes" generando situaciones imposibles en esta realidad...

pufff yo tengo que leer estas cosas por la noche cuando esté agotada y no por la mañana con una imaginación desbordante...

Uma dijo...

Me ha recordado algo a "ventana secreta, secreto jardín" de king...lo he leido este verano y no se si ha sido por la referencia a él que has hecho al principio...por la ubicacion en la montaña...no se! sutil, pero me ha recordado....

Marta dijo...

Yo si que estoy atascada con tus entradas.... que me matas...

Buen fin de semana

Marta

Yopopolin dijo...

A mi las pelis asiáticas de terror me dan más bien pena... xD

X dijo...

Gracias a todos por los comentarios.

Bienvenida y tomo nota, Laia.

Ya digo, alcorze, que conozco poco a King, pero todo lo que he leído suyo iba más en línea Saw que en línea terror oriental, por poner símiles cinematográficos.

Lana, ¡eso es imaginación! Bien pudiera haber sido así, ¿por qué no pruebas a escribirlo? :-)

Uma, no conozco ese libro, pero si te ha recordado a King debe de ser un cumplido... :-)

Yopo, ¿pena? Las hay tremendas, como Ringu (la original).

Besos y abrazos.

Anónimo dijo...

Estás reeditando y no me gusta "recomentar", pero diré algo, ya que estamos (xd): para no gustarte el género se te dio muy bien.
En realidad se puede crear una atmósfera terrorífica con las palabras precisas y pasar un miedo atroz leyendo a Poe, por ejemplo, en bañador en la playa.
Bessets

Claire dijo...

Yo hace años leía muchos libros de terror. Miedo, miedo no pasaba, pero intriga, suspense, sí. Parecido a cuando veo una peli, que miedo lo que se dice miedo, no. Pero suspense y tensión sí. Así que estoy impaciente por leer tu relato, pero tengo mucha prisa y como lo quiero leer tranquila, luego me volveré a pasar. Chaoooo!

Yopopolin dijo...

No es que haya visto demasiado cine asiático del género... pero he visto The ring (la original), Dark water, o La maldicion... y no son gran cosa! Especialmente esta última me produjo risa y lástima, más que otra cosa. Es cierto que los remakes americanos de algunas de éstas tampoco se salvan...

Ringu no la he visto. La tengo pendiente junto con Dos hermanas... asi que, a ver...

La Maga dijo...

Ains yo odio el cine de terror!! La cosa es que nunca he visto una peli que consiguiese asustarme de verdad, tenerme en vilo todo el tiempo. Pero aun asi, no me gustan, lo paso mal XD me va mas el rollo terror psicologico como en las pelis "Mentes criminales" o "Los cronocrímenes". Estas dos te las recomiendo. En cambio, es una genero que me gusta en la literatura. Me gusta a Stephen King, sus novelas si han conseguido provocarme pesadillas e inquietud cuando apagaba la luz XD
Soy una cagueta jajajaja

Tu relato mola, pero no sé, tengo un concepto de ti más retorcido. Creía que al final la tal Miranda sería una psicokiller que acabaría torturando al escritor o algo por el estilo.

Comentario hiper largo como ya ves XD

Besos ^^

Vértigo dijo...

buena historia.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Es el primer cuento que no te leo, y mira que te espero con ansia, pero el miedo y lo escatológico no lo soporto.
Este me lo pierdo, un abrazo.

Claire dijo...

¡Leído!, pues a mí también me ha traído a la memoria a Stephen King, pero en mi caso por la peli "MISERY", que trata de algo parecido; cotillea por internet. Me ha gustado mucho y no me esperaba que fuera él el que se íba a convertir en un asesino psicópata... Qué tío. Y ese toque de humor cuando dices que Miranda se lanza por la ventana sin su móvil, jajajaja, pobrecilla.
La verdad es que para no gustarte la literatura de terror tu relato está muy logrado, sí señor.
Besos y feliz finde.

Brü dijo...

Tengo miedito.... aisssss.... Besines mil.

Vir dijo...

A mí sí me gustan las novelas de terror, y a veces tengo que parar de leer por la tensión acumulada...

Tu historia me ha gustado mucho, y no me parece que sea una mala historia de terror. En general tus historias me gustan mucho, ;)

Bss
Vir

Sally dijo...

Muy buena elección la del relato circular para esta historia. Y también el juego de mise en abîme. Aunque no estoy de acuerdo con que las novelas de terror no puedan dar terror.
Un saludo

Lisset Vázquez Meizoso dijo...

A mí me pasa un poco lo que a ti, que los relatos de terror, sí, me producen intriga, me pueden resultar entretenidos, pero no, lo que se dice terror, miedo, nervios, pues no como lo hace una buena película del mismo género. Y sí, te recomiendo también El Psicoanalista de John Katzenbach, muy buen libro, pero no, no te vas a morir de miedo :) Es un thriller muy entrenido. Un abrazo, creador de mundos paralelos.

Anónimo dijo...

A mi tampoco me gusta el terror, prefiero acción e intriga.

Para no gustarte encuentro que tu relato está muy conseguido, me ha encantado.

Besos !

NUT dijo...

Tampoco me gusta demasiado el terror, prefiero el suspense, la intriga...soy un poco miedica.
Pero como siempre, muy bien escrito.
Por cierto, si te interesa, ya está publicado el primer post del viaje, te espero.

Besos Mister!

Girl From Lebanon dijo...

No soy muy aficionada a ese tipo de lectura, asi que nunca me ha dado miedo un libro...yo huyo del terror desde que vi Postergheist de pequeña y estuve meses soñando con lo mismo :S

Bss!!!

Anónimo dijo...

Bonito relato :)

Pero digo yo ... para qué se pone a escribir después si ya no tiene quien se lo compre ? La mente nos juega malas pasadas.

Y tengo la misma opinión sobre King que te han dado otras personas. No lo has leído objetivamente. Pero si lo lees predispuesto a que te de asco ... difícil lo tienes. A mi sus libros no me parecen asquerosos precisamente (quitando algunos pasajes). Más bien creo que enfrenta cosas antinaturales contra mentes sanas, en muchos de sus libros. Y, por supuesto, siempre sale mal parada la mente sana.

Aunque no todo el terror viene de parte de King. Alguna vez te has leído, por poner un ejemplo, a Poe. Sus libros tienen más de un siglo, pero siguen igual de frescos.

Y puestos con maestros Lovecraft no está nada pero nada mal. Un poco extraños pero nada mal.

M. dijo...

Las historias de terror me gustan, aunque mucha gente piense que encontrar una película o libro que de miedo de verdad sea difícil, supongo que también es muy importante la 'predisposición' que se tenga a pasarlo. Y yo soy de las que va con la predisposición a cuestas aún sin querer.

S. dijo...

Uffff cómo hechaba de menos tus relatos!excelente!

Alice dijo...

Admito que a mí el terror no me va nada de nada, pero estoy de acuerdo en que lo poco que he leído de este género no ha conseguido darme miedo (y mira que en mí eso es bastante fácil). De todas formas, prefiero no probar con más libros por si acaso ;)

De todas formas, el relato me ha gustado; quizá no es mi preferido, lo reconozco, pero me parece tan difícil escribir una historia de terror y más aún si no te sientes cómodo con ello, que para mí tiene muchísimo mérito.

Besos

Mamalis dijo...

Reconozco que este género no me atrae mucho, porque soy bastante cagueta.De todas formas el relato está muy bien escrito, pero hombre mucho miedo no he pasado, todo sea dicho.
Lo que te propongo, con lo bien que escribes relatos, es uno de terror sobre el paro en nuestro país y la frustración de la generación mejor preparada de la historia ante la imposibilidad de encontrar trabajo. Eso si que da miedito!!!!
Saludos

tishta dijo...

Definitivamente no es un relato de terror, ni de miedo, pero es entretenido, se deja leer
He leido un par de libros que dieron miedo, uno de ellos (del otro no me acuerdo, pero lo buscaré) fue el Drácula de Bram Stocker (o como se escriba)
Un abrazo

folden

Yyrkoon dijo...

Pues yo estoy de acuerdo contigo, no es lo tuyo. Generas el ambiente de puta madre, como siempre, pero da más risa que miedo.

PD: Busca el laísmo en el texto (en el tuyo) ;-)

X dijo...

No lo encuentro, Yyrkoon, y hasta me aventuro a arriesgar que donde tú has visto laísmo probablemente peques de leísmo. ;-)

Sandra dijo...

No te voy a mentir, no me he leido el relato entero :S Me perdonas verdad?? :)

Pero mira yo si q me he acojonado leyendo un libro, pero acojonaita viva. Cada vez q me acuerdo uffff... era uno de Agatha Cristie, no recuerdo el título, pero recuerdo la imagen que me estaba yo haciendo de una mujer bajando unas escaleras... aysss aún me acuerdo y me cago viva!.

Besetes.

Lía dijo...

A ver, desde un ordenador si, tranquilita no tanto...
La verdad, no da miedo, la licencia literaria de mezclar los textos que él escribe con el texto que escribes tu, me distrae demasiado de la acción.
Yo no se si he pasado miedo, pero nervios e intriga si, y me encanta la sensación de leer a las cuatro de la mañana, sola en casa, con poca luz y apretujada con el edredón, mientras el corazón se me desboca... lo mejor, el ataque de risa que me entra cuando me tranquilizo...
Que haríamos sin libros?
Besos so borde

MFe dijo...

Recuerdo que de pequeña mis padres tenían en casa un libro de Allan Poe, y nunca me atreví a leerlo... Después si que he leido alguna que otra historía, y me han gustado, pero de ahí no he pasado.

No es un género que me guste, aunque prefiero leerlo que verlo (me refiero a cine). No me gusta pasar "miedo". Lo paso mal. Ni al tren de la bruja me subía de niña...
Por eso nunca me he molestado en leer más para ver si realmente paso "terror" o no..

Tu relato me ha gustado, y no, no he pasado "miedo". Mejor!.

Un beso.

Cleo dijo...

Pues me ha gustado tu historia...terror no se pero a mi el autor que más me estresa es Dean Koontyz..historias que transcurren en 24 horas y con un poquito de miedo...

Mil besos guapo

jejej...la palabra de verificación biers...jijij

Mirna Macondo dijo...

Guau... A mí me parece que te ha quedado realmente bien. Aunque no termino de entender de dónde le sale ese repentino ataque de furia asesina. ¿Y por qué el editor necesitaba esa tapadera de rubia potentorra?
A mí tampoco me hace gracia el género de terror. Nunca me gustaron los "Pesadillas" de pequeña, y también probé con Stephen King (como tú) pero tampoco me gustó. Lo único que me ha gustado, y me ha gustado, han sido los dos primeros tomos de la saga vampírica de Anne Rice, aunque no se si cuentan como terror...
A mí las películas de terror si que me dan miedo... la mayor parte de ellas las paso detrás de un cojín pidiéndole a alguien que me cuente qué pasa o diciendo "Oh dios oh dios oh diooooos que no pase esto que no pase aquello!!!" es decir... No veas una peli de miedo conmigo xD
El gore sí que me gusta más, Saw me gustan, aunque no he sido capaz de ver la tan censurada VI porque con la V lo pasé fatal.
Y ahora autobombo...
¡¡POR FIN HE CONSEGUIDO ESCRIBIR COMENTARIOS!! bueno... comentario, que eres el primero... sniff. Al menos he empezado, seguro que me recupero. Siento no haberte comentado en tanto tiempo... A veces me da por no comentar, lo cual es realmente grosero por mi parte. Pero por otro lado, creo que comento equitativamente a lo que escribo... lo que significa poco.
Hasta tu próximo post ;)
Desde Marte discomovilero
Mirna

Mirna Macondo dijo...

¡¡Dios, que tocho te he escrito!! Perdón... Será la morriña de comentarte, que me gusta mucho como escribes... Perdón.
Desde Marte -ahora lastimero...-,
Mirna

Bambu dijo...

A mi tampoco me gustan los libros de terror aunque es un comentario algo injusto teniendo en cuenta que nunca he leído ninguno :-p
Tu relato será el primero que lea de este género! saludos

Nadia dijo...

Hombre, a mi el terror tampoco me va como género, pero un buen psicothriller si que me lo leo ;o) la tensión mola!

Me imprimo tu relato y lo leo luego.

Siento no pasarme como antes, pero me sigues molando ;o)

Besos!

maba dijo...

me ha costado llegar!!!

semana liada..y me echaron para atrás tus palabras "más largo que normalmente"

pero..

me ha encantado!!!!!

vale que no ha sido como de hiper tensión... pero sí de algo que tienes dominado.. que nunca, nunca te ajustas a la expectativa.. y vas un paso más

besos