El gordo

- "La camisa, Juan, la camisa, abróchate el último botón."

Esa mañana el gordo tocó pronto y Juan López fue uno de los afortunados. No bien se hubo enterado, se bajó al Mercadona a comprar un par de botellas de cava, y se habría ido directamente al bar de Paquillo, el artífice del milagro, de no ser por los dictámenes de su mujer.

- "Juan que vas a salir en la tele hazme el favor, que tolmundo se muera de envidia cuando te vean, que nos ha tocao el gordo por fin."

Y se fue Juan a lo de Paco a salir en la tele. ¡Qué algarabía! Estaba aquello lleno de payos festejando la buena nueva, haciendo las cábalas de la lechera, saliendo de pobres, entrando en la barra, y venga el vino y el champán. Y en eso que llega la tele, ¡ay Juan ponte guapo!, se acerca una reportera joven y guapa y blanca y delgada, y todos al unísono descorchando botellas para que los telediarios tengan con qué empezar.

"¿Y usted qué va a hacer con lo que le ha tocado?", le pregunta, zalamera, a Juan. "Tapar agujeros", declara, humilde, pensando en pisos y en coches. Y ve a su hija, la Trini, y a su yerno el Fernando, que se han casado hace nada y la boda de tres días la pagó él y aún debe el crédito entero. Y vuelven los gritos y la espuma, y un tío sujetando un cartel bien grande con el número que no se sabe de dónde ha salido, y dos payos con traje que deben ser de algún banco.

A eso de las doce se entera Juan de que no le ha tocado gran cosa, que una participación de 1'20€, doscientas de las antiguas pesetas, cuarenta duros en caló, no dan para mucha fiesta. Decide llamar a la Luisa -Lulú en los ambientes- y se va de putas caras.

A las dos, en las noticias, sale un profético Juan.