Psycho

En un motel de carretera, no importa dónde ni cuándo, decide hospedarse esa rubia average de las pelis de Hollywood. Se empieza a sentir un tanto paranoica, no es que fuera el crimen perfecto pero había sido un gran golpe. Sin embargo, se mantiene pendiente del espejo retrovisor, casi esperando ver un coche de policía en cualquier momento. Temerosa de pasar la noche al raso, aparca su coche en el primer motel que ve en el camino, regentado por un friki de pelo cutre con raya al lado e inquietante gusto por la taxidermia. Mientras le cuenta alguna historia irrelevante relacionada con su madre, la chica piensa que le ha tocado un bicho raro y en lo bien que se sentirá en cuanto salga el sol de nuevo y deje atrás y para siempre esa vida, esos miedos, y ese motel.

Es la hora de cenar pero no tiene hambre: cuarenta de los grandes son suficiente alimento para una simple secretaria de vida tranquila. Lo que sí, se dará una ducha, para relajarse y lavar sus pecados. Las ruedecillas chirrían y el agua cae como con desgana, pero finalmente consigue una fina llovizna bajo la que refugiarse. Insuficiente para cubrir cualquier otro ruido, la joven advierte sonido de pasos y, alerta, se aleja instintivamente de la cortina. Un momento después, esta es descorrida y un fogonazo ilumina el baño. Los pájaros que reposaban en las ramas de unos árboles cercanos salen volando.

Semanas más tarde, la policía recupera un Ford Custom de un pantano cercano. En el maletero, envuelto en una cortina de ducha y con un disparo en el pecho, descubren el cadáver de un varón de unos treinta años.