Tengo un pato de goma. A diferencia de los demás, no es amarillo, sino más bien verde; militar. Y, a diferencia de los demás, tiene vida propia.
Al principio pensé que me lo movía ella, pero no podía ser. Me lo regaló a mí, aunque la que más se divertía con él era ella. Sabía que yo era una persona muy ordenada y maniática, y disfrutaba cambiándomelo de sitio a posta. Inicialmente solo éramos compañeros de piso, luego fuimos algo más, y luego fuimos algo menos. Luego no fuimos nada, porque ella se fue para no volver, y nos quedamos solos el pato y yo.
Y sin embargo se mueve, como -miente la leyenda- dijo Galileo tras acatar de boca para afuera el heliocentrismo. Me sigo duchando por las mañanas y compruebo que está allí, en la jabonera, con su imperturbable lacónica mirada. Me voy a trabajar y cuando vuelvo no está ahí. Aparece en el microondas, o encima de la cama, o junto al ordenador. Muchas veces ella lo dejaba en el recibidor, mirando hacia la puerta. Y cuando yo llegaba lo veía y él a mí, y sabía que había sido ella, y era como una señal que me decía que todo marchaba bien, que en media hora regresaría del trabajo y haríamos el amor y dormiríamos, y al día siguiente volvería a cogerlo y a cambiarlo de sitio. Yo lo dejaba un rato más ahí, hasta que llegaba ella, y por la noche lo ponía de nuevo en su lugar, antes de dormir.
Pero ella se ha ido, el pato se mueve y yo me siento como el padre de Amélie, que ve al gnomo del jardín recorrer todo el mundo sin explicación racional aparente. Últimamente le da por ponerse en el recibidor, como cuando estaba ella. Un día, en el ascensor, advertí que había olvidado las llaves del coche en casa. Di media vuelta y abrí, y el pato ya estaba allí, esperándome, esperándola. Un instante antes lo había dejado en la ducha y ahora estaba en el recibidor.
Al final dejé el trabajo, no fuera a ser que alguien estuviera aprovechando mis ausencias para entrar en casa y cambiar al pato de sitio. Así lo tengo controlado. Por las mañanas, esto me consta, amanece en la ducha. A mediodía me siento con un libro y cuando levanto la vista está sobre la mesa, leyendo la contraportada. Entonces lo llevo otra vez a su sitio, me pongo a cocinar y cuando voy a por una olla aparece en el armario. O tal vez sobre la nevera, indicándome el punto de sal. Últimamente le da por ponerse en el recibidor, como cuando estaba ella. Solo que ella ya no está, aunque el pato se empeñe en hacerme creer que sí.
Un clásico vapuleado, el salmorejo
Hace 2 semanas
15 comentarios:
¡Es el pato del mal!
Obviamente, él mismo mueve el pato. Está loco.
Hay veces que aunque pierdas a alguien que te importa, aunque se vaya, hay cosas que se quedan con nosotros, ya sean cartas, recuerdos, costumbres adquiridas o un pato de goma con vida propia.
El pato se mueve, el pato la echa de menos, seguro! Yo que tú se lo devolvería, así dejará de moverse. O quizá lo tiraría a la basura... si ella no está, quizá el pato deba irse.
Bss
A veces sentir que el recuerdo de alguien dte persigue, hace todo más difícil.
A veces son frases, gestos, caricias o patitos de goma como dice zurda
Me ha gustado mucho el relato "e pur se move" (o algo así era LOL)
En fin, me imagino que el pato le estaba diciendo que ya era hora de ponerse las botas LOL...
... yo creo que uno de mis mayores defectos es mi memoria, que es mejor que la de ella... así que, la memoria para bien o para mal, juega malas pasadas, como el pato ese, que asusta LOL.
Mejor un patito de goma que un cuervo cabrón :P
Alguien le esta puteando... creo yo xD
O es nuestra imaginación, nuestros sueños, nuestros deseos que nos quieren hacer creer que nada ha cambiado.
Me ha gustado mucho. Yo realmente tambien pienso que lo mueve él, pero me gusta xq, a su manera, el pato parece hacerle estar un poco más en la realidad "real" que no en la "ficticia".
Pues no lo tengo tan claro, si ha dejado su trabajo... xq esta loco :S
Hermoso relato! Me ha encantado.
Los que alguna vez tuvimos un pato, sabemos que con el tiempo dejan de moverse.
Felicitaciones Mr. X.
Puto pato!!!
Me encanta el relato!
Y es que hay quienes dicen que nos dejan y que no volverán, pero es mentira... nunca terminan de marcharse...
Besitos!
Muy buena pregunta y no me sé responder. Quizá si nos ponemos todos debajo del paraguas nos mojemos todos. Quizá la gente no quiere sentarse tan cerca como para que el paraguas nos tape a los dos. Y ¿porqué alguien que tenga dos paraguas no lo comparte conmigo?
Preguntas sin respuestas.
Yo no creo que lo mueva él. Es más, si se lo devolviera a su ex seguro que al llegar de nuevo a su casa el pato estaría en el suelo del recibidor.
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