18/11/07

Pequeño saltamontes

- No logro dormir.
- ¿Por qué?
- De pequeño hice algo horrible.
- ¿El qué?
- No me gusta recordarlo.
- Bueno, pero ya que está aquí... ¿por qué no lo intenta?
- Maté a un saltamontes.
- Todos matamos saltamontes de pequeños. Y hormigas, y moscas y mosquitos. Hasta gatos, hay quien ha matado gatos. ¿Alguna vez ha matado un gato?
- No, claro que no.
- Pero mosquitos sí. Esos pequeños hijos de puta no te dejan dormir hasta que acabas con ellos.
- Pero no es lo mismo. Los mosquitos parecen haber sido concebidos con el único propósito de hacer el mal. No siento lástima al matar mosquitos.
- Pero sí al matar saltamontes.
- Sí. Al matar saltamontes sí.
- ¿Por qué?
- No sé. No voy matando saltamontes por ahí. De ser así, no estaría aquí contándole esto. Maté a uno, hace mucho tiempo. Y no suelo acordarme de ello, pero cuando lo hago, me detesto.
- Vamos, suéltelo. Cuénteme cómo lo hizo.
- ¿Los detalles? Es escabroso. Era un saltamontes negro. Nunca había visto uno igual. No era muy grande, quizá como un dedo meñique. Teníamos un jardincito en el chalet, pero estaba en el camino que llevaba al trastero. Me acerqué sigilosamente, con un cubo de playa, y poniéndolo bocabajo lo atrapé dentro. No sé por qué, yo nunca fui de los de coleccionar bichejos.
- Y, ¿qué más?
- Puse algo encima del cubo, como si temiera que el saltamontes pudiera escapar. Una bandeja de plástico azul, no recuerdo bien de qué era. Y me meé encima.
- ¿Se qué?
- Me meé. No, no ese "mearse encima". Me meé encima de la improvisada prisión. Fue un acto vandálico y estúpido. Como todo lo demás.
- ¿Y luego?
- Luego me fui. Dejé que el sol tostara la orina, no conscientemente, claro. Aún no tenía tan trabajado el intelecto. Me fui, y cuando regresé olía... fatal, por decir algo. Y descubrí que del césped al cubo había una línea negra. Una línea negra de hormigas. Se habían colado por entre las imperfecciones del suelo. Levanté el cubo, y allí estaba. El cadáver del saltamontes. Todavía me pregunto si estaba vivo cuando empezaron a devorarlo.
- ¿Por qué cree que lo hizo?
- No sé. ¿Por qué hacer algo así? Era pequeño, supongo que eso lo justifica todo.
- No, no justifica nada. Pero lo hace comprensible.
- No, para mí tampoco. No lo comprendo y no lo acepto. Llevé al saltamontes a una muerte terrible y ni siquiera tenía una razón para ello. Porque yo no era uno de esos engendros demoníacos que disfrutaban cortando colas de lagartija o arrancando patas a las arañas. Es que no sé por qué lo hice.
- Y ha venido buscando una respuesta.
- No. He venido buscando perdón.
- Eso no se lo puedo ofrecer. Pero le voy a recetar algo.
- ¿Para dormir?
- Para el perdón.

5 comentarios:

Kane dijo...

Recuerdos tormentosos de infancia, ¿eh?

Harianna dijo...

Que mente mas perturbada, mira que mearle a un bicho... bueno la verdad es que cosas peores hay por ahi.

Maël Radec dijo...

He pensado lo mismo que Kane a las dos o tres frases, lo juro...

Davife dijo...

Recuerdo como mi hermano le cortó una cola a una lagartija.

También recuerdo unos niños que mataron gatitos a pedradas. Creo que fueron las primeras vísceras que vi en mi vida.

lunari dijo...

Qué buen relato!
Mi primo cortaba gusanos de parra con una hojita de afeitar, puajjj.

Hoy está con depresión, será por eso?