7/7/08

Сталинград (I)

Ruinas. Polvo de ladrillo, hierro y piedra. Todo es rojo y gris. Los constantes bombardeos han reducido esta sagrada ciudad, la ciudad de nuestro líder, a una confusa geografía en la que, irónicamente, nosotros nos desenvolvemos mejor que ellos. Ya no quedan edificios, sino sus esqueletos, sustentados por los escombros de lo que una vez fueron sus entrañas. Los cadáveres que se agolpan en las calles son las únicas muestras de vida y color que nos quedan. Rojos y grises. Una ciudad fantasma por la que se mueven espectros luchando por lo que queda de ella. Y ya no queda nada. No es nada. Y lo es todo.

Llegué a Stalingrado a finales de septiembre, cruzando el Volga mientras media docena de stukas escupían fuego desde el cielo. No todos tuvieron tanta suerte, vi a un camarada traspasado por una ráfaga de torso a cabeza. A un metro de mí. Algunos se arrojaban al agua, solo para recibir las balas de nuestros oficiales al grito de traidor. Afortunadamente, a partir del embarcadero lo tenía más fácil. No me lanzaron ladera arriba con un rifle o cinco balas, mi destino era un edificio resguardado en zona segura. No en vano, formo parte de la primera unidad de francotiradores que Chuikov mandó traer a la ciudad.

Al principio era muy sencillo. Los alemanes aún no estaban preparados para esta nueva arma mortífera, bastante tenían con una guerra callejera que no les beneficiaba en nada. Nuestras bajas diarias podían doblar las suyas, pero nuestro número era inmensamente mayor, y el miedo a la desobediencia nos hacía incansables. Y así, aunque tres mil hermanos caían a diario entre balas alemanas y soviéticas, todos los días el Volga traía refuerzos y la batalla seguía empatada.

Entonces llegamos nosotros, y en pocos días causamos estragos. Mi primera víctima fue un teniente alemán. Nos enseñaron a elegir bien los objetivos, en orden descendiente de rango. No acostumbrábamos hacer más de un disparo en cada sitio, y no solíamos necesitarlo. Llevaba dos horas en el interior de una tubería frente a un puesto avanzado enemigo, cuando el anónimo teniente salió a echar un cigarro. No llegó a encenderlo.

Una semana después ya sumaba más de treinta víctimas, todos ellos oficiales, cada vez más jóvenes, u operadores de radio, correos, etc. Objetivos útiles por los que mereciera la pena descubrir y abandonar la posición. No siempre acertaba a la primera, sobre todo si iban corriendo. A veces les alcanzaba en una pierna, y les remataba en brazos del compañero que había ido a socorrerles. Y a este también. Para después salir corriendo, antes de que advirtieran de dónde había salido la bala.

Éramos los francotiradores los soldados más odiados, y desde luego no hacían prisioneros cuando atrapaban a alguno. Al menos, no después de torturarlo. Las bajas causadas en el frente eran aceptables, pero este goteo incesante de pérdidas estratégicas había minado su moral. Los alemanes estaban nerviosos y su respuesta no se hizo esperar: francotiradores nazis.

Ahora es más divertido, y mucho más peligroso. Ya no actuamos con tanta libertad, y de hecho de los catorce que vinimos solo quedamos seis. Los francotiradores alemanes son buenos, pero son sus armas las que marcan la diferencia. A pesar de ello, seguimos siendo mejores, más mortales, más eficientes. Hoy llevo un mes en Stalingrado, y hace una semana que solo cazo a mis semejantes. Los oficiales pueden respirar tranquilos, porque estamos demasiado ocupados jugando una partida dentro de la gran partida. Pero no es suficiente.

Hace siete horas que no muevo un dedo. Nos movemos en espacios más grandes, vacíos de la interrupción de la infantería. Se oyen, no demasiado lejos, disparos y gritos de agonía. Se oye la guerra, se oye la muerte. No demasiado lejos. Pero aquí y ahora estamos dos, él y yo, y los dos lo sabemos. Únicamente desconocemos la posición exacta del enemigo. El primero que lo descubra verá un nuevo amanecer. Y voy a ser yo.

No es fácil decidir cuánto tiempo es demasiado tiempo, no para nosotros. Podría haber estado dos días cuerpo a tierra, entre un camión calcinado y el cráter en el que me oculto. Invisible, o casi. El otro se ha cansado de esperar, o se ha confiado y ha salido a buscar una mejor posición. No importa. A través de la mira telescópica lo veo. Avanza despacio, arrastrándose, cauto, pero no lo suficiente. Es rubio, de ojos marrones, lleva barba de apenas un día o dos. Está sudando. Se detiene, mira a los lados. Tomo aire, lo suelto. Latido, disparo. Blanco, rojo, muerte.

Una sustancia oscura y espesa mana de lo que hace dos segundos era su cabeza. Siempre me he preguntado si llegan a darse cuenta de algo. Detecto un movimiento a la derecha, un leve temblor. No será nada, pero un buen francotirador no puede permitirse no comprobarlo. No hay nada. Espera, sí. Hay otro, eran dos. Siempre han sido dos, y conmigo tres, y ahora me está apuntando. No hay tiempo para nada, para pensar, para precisar, para respirar. Dispara primero. Oigo la explosión antes de darle al gatillo. Hemos disparado casi a la vez. Casi.

La bala me da en el hombro izquierdo. Mi primera herida de guerra. Es un dolor inexplicable, agudo, abrasador. Grito, chillo. No hay tiempo. He disparado pero, ¿le he dado? Tengo que volver a poner mi ojo tras el cristal. El dolor no importa. Quiero verlo. Si no está, o si se mueve, es el final. Pero está. Le he dado, no sé dónde pero le he dado, y ha soltado el rifle. Es mío.

La euforia mitiga el dolor. Salgo de debajo del camión en dirección a la pila de escombros entre la que se confundía. Dejo el rifle en el suelo, no podré dispararlo en varios días. Un pequeño riachuelo de sangre baja por entre las piedras. Le he dado en el torso. Está vivo, pero no por mucho tiempo. Saco la TT-33, una pistola semiautomática que nunca pensé utilizar. Me ve, y dice algo que no entiendo. Es un insulto, no lo entiendo pero no es una expresión de súplica, sino de odio. O de desprecio. Ahora, de cerca, ha reconocido en mí a una joven de veinte años. Demasiado para su orgullo ario. Extiendo el brazo, apunto.


Recojo sus placas y sus pistolas, pero no puedo llevarme las carabinas. Mi rifle ya pesa demasiado para llevarlo con un brazo herido. Al menos estaré un par de días lejos de todo esto. Hoy han sido dos, llevo ocho en una semana. Estoy orgullosa de mí misma. Son solo números. No puedo permitirme que sean nada más.

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la descripción del espacio de guerra.
Además, consigues impregnar de dinamismo el breve momento en que la protagonista tiene que disparar al enemigo. Frases cortas y sensaciones para mostrar la rapidez de la acción.
Me recuerda el ambiente de la película Enemigo a las puertas. ¿La has visto?
Bueno, hoy te has ganado el pan.:D
Un beso

Sandra dijo...

Niño con q energía te has levantado hoy!!!, jomio q inspiración la tuya.

Un beso, y vete pa la playa hombre!!.

NUT dijo...

Hoy tengo lunitis, y de momento no tengo fuerzas para leer la 1ª parte...a ver si esta tarde me animo...seguro que merece la pena!:)

Casandra dijo...

Buen relato, X, su violencia me ha puesto la carne de gallina. ¡Y me gusta que la protagonista sea una mujer! ¡Que ya está bien de mujeres ñoñas!

Besitos

ardid dijo...

Me ha encantao el relato. Muy visual. Me lo estaba imaginando paso a paso. Y lo de que la prota sea una mujer, inesperado. Como siempre...sorprendiendo al final. Me gusta. (No sé qué pasa que hoy escribo tipo telegrama xD)Ya xD
Me gusta ese trazo preciso y el juego de palabras. Te podría señalar algo más pero te señalo lo que más me he sorprendido:

"Tomo aire, lo suelto. Latido, disparo. Blanco, rojo, muerte."

Y esa dureza en ella, muy bien descrita con esa sensación final de "cazadora" fría y calculadora.
Interesante sip.
Besotesssssss

Girl From Lebanon dijo...

Que sangre fria...que valor. Y que bien descrito.Bss.

X dijo...

Bueno primero, como siempre, muchas gracias a todas, por pasaros y/o por leerlo. Y muchas gracias por los halagos... siempre vienen bien. :D

Sobro, claro que he visto Enemy at the Gates, de hecho forma parte privilegiada de mi videoteca. Creo que se me ha notado demasiado en realidad, pero bueno, es inevitable beber de ella, así como de otras fuentes que he tenido la suerte de ver, leer o jugar. :-)

Sandra, más bien con qué energía me acosté anoche. xD El relato lo escribí de 5 a 7 de la mañana más o menos, y luego me fui a dormir. Antes, estuve dos noches igual de largas leyendo sobre la SGM. Y las que quedan... me encanta. :P

Nut, no se si merecerá la pena, pero espero que te animes. :P

Sí, Casandra, ¡ya está bien! :D El bando soviético contó con muchas mujeres en sus filas, y muy importantes incluso a nivel militar. De vez en cuando hay que dejar constancia, esto es solo un grano de arena más. :-)

Ardid, muchas gracias. Es muy fácil escribir visualmente cuando has visto esas escenas en tu mente una y otra vez, no me cuesta nada imaginarlas. Luego es solo describirlas. :-)

Girl, sí, dos virtudes esenciales para nuestra prota. ;-)

Casandra dijo...

¡Vaya horas de estar escribiendo el relato! ¡Hala, otro noctámbulo como yo! Soy insomne desde muy pequeña y muchas noches duermo 3-4 horas (y eso sin tener ningún problema, si algo me preocupa puedo dormir 0 horas, por supuesto).
Pues bienvenido sea tu grano de arena a la causa, porque de tanto negarnos al final hasta nosotras nos vamos a creer que no hemos hecho nada en el mundo más que parir y criar. XD
¡Un abrazo!

Sandra dijo...

Las SGM??? eso q es??. De 5 a 7??, pero cuando duermes??... Jo

Un beso.

NUT dijo...

Describes tan bien la guerra, que parece que estes viendo una peli mientras lo lees!!! Además, final con sorpresa...
Mereció la pena X..., como ya me lo esperaba, está genial!:D

Yopopolin dijo...

gran relato... coincido con Ardid, ese fragmento:

"Latido, disparo. Blanco, rojo, muerte"

es sencillamente inmejorable!

Kane dijo...

No he visto la peli, pero, por lo que me has contado de ella, rápidamente he sabido que se inspiraba bastante en ella. Sé desde hace mucho que me encantará.

La descripción de las sensaciones y el ambiente, esa abstracción de la guerra real a una guerra de unos pocos, ha sido genial. Lo más parecido que experimenté fue el Call of Duty, ya sabes.

X dijo...

Muchas gracias de nuevo, chicos, me alegro de que os haya gustado.

Sandra, la SGM es la Segunda Guerra Mundial, normalmente lo escribo (o se escribe) así para acortar, pero también (me) lo verás a menudo como WWII: World War Two. ¡Estamos en la edad de las siglas! :D

Por cierto, dormí de 7 a 10, pensaba hacer siesta pero al final no pude y ayer acabé acostándome igualmente a las 7. Y me he levantado a las 12. Así que creo que pese a las tempranas horas que son me voy a ir a dormir ipso-facto. xD

Thsbonilla dijo...

Vaya...no imaginaba al comenzar a leer que la protagonista podía llegar a ser una mujer. Es ese punto el que más interesante hace el relato. Aunque esta claro que tu forma de narrar hace mucho a la hora de hacer llegar allector cada detalle del ambiente, los sentimientos e incluso el olor a guerra que me pone siempre los pelos de punta.


Un abrazo!

Sandra dijo...

Jorrr pues eso de las siglas ni idea, q antigua soy leches. Son las 9.51 de la mañana seguro q estas durmiendo, porq llevas unos horarios q ya te vale! :)

Un bst ( en siglas :P)pa cuando te levantes.

Kane dijo...

¿Durmiendo a las 0:38? ¡No es propio de ti! xDDD

Rara Avis dijo...

Me ha gustado mucho leerlo, la forma en la que está escrito, en la que se describe todo hace que te sitúes allí, como si cada uno de nosotros fueramos ese soldado que recibiera esa herida.
Creo que tienes un gran talento, tu narrativa es muy buena...

En fin que con este relato solo puedo decir cosas muy buenas...

besitos

Martha dijo...

Joer...me ha encantado esa forma de relatar. Mi más sincera enhorabuena, de verdad...me ha impresionado el post!

Y la frase: "No es fácil decidir cuánto tiempo es demasiado tiempo", me ha enamorado...en serio!

Resumiendo: GENIAL ;)

1 besazo!

didac dijo...

joder tio muy bueno el relato , es super dinamico y alavez todo muy bien descrito ke muxas veces dinamico y descriptivo no van juntos !!
espreo la segunda parte jiji
ale un abrazo ....
lo de hexar el ancla es dormir en la cama pero con un a pata salida de ella tocando al suelo ....
adeu

Alas dijo...

Siempre he oido que es necesario no sentir para sobrevivir a las guerras, el más frío es el más fuerte.

Gracias por pasarte por mi blog.

Alas

Ro dijo...

Claramente: enemigo a las puertas. Como se puede describir algo q nunca se ha vivido????Es algo q me preguntan frecuentemente. ;)